viernes, 21 de diciembre de 2018

FALTA DE CONFIABILIDAD EN LAS INSTITUCIONES PÚBLICAS.




Crisis de confianza











La región de América Latina y el Caribe enfrenta 
una crisis de desconfianza hacia las instituciones 
públicas, que debe preocupar a los entes públicos 
y mover a la acción a quienes participan del espectro 
donde se mueven los partidos políticos, las organizaciones 
no gubernamentales y, claro está, las instituciones públicas.


Los ciudadanos demandan mejores servicios públicos, 
sin embargo, existen serias brechas entre estas aspiraciones 
y el compromiso de dedicar una mayor parte de sus ingresos 
al pago de impuestos o tasas de servicios.

Al final de cuentas, como ha publicado el Banco 
Interamericano de Desarrollo en un reciente informe, 
que ha sido discutido bastante en el país, los ciudadanos 
«prefieren los programas gubernamentales que ofrecen
 resultados inmediatos», en lugar de los programas que 
dejan beneficios en el largo plazo.

La pregunta que ya ha surgido en otras ocasiones, 
pero que aún espera respuesta, es cómo pueden los 
funcionarios públicos, electos y designados, recuperar 
la confianza pública.

La cuestión se propaga desde dentro hacia afuera. 
Inicia en el círculo familiar, continúa en el círculo 
comunitario hasta llegar a la esfera nacional. Por ejemplo, 
el más reciente Latinobarómetro indica que un 63% de 
los ciudadanos brasileños tiene poca confianza en los 
miembros de su comunidad. En contraste, en 
Estados Unidos, ese número baja hasta un 20%.

Es un indicador de cómo se está construyendo la 
dinámica de vinculación dentro de las comunidades, 
lo que a la corta y a la larga, se refleja en la interacción 
con las instituciones y las personas que hacen presencia 
en cada demarcación.



Las instituciones públicas deben, por ende, ahondar 
en lo que sucede dentro de las comunidades, para 
abordar la situación de desconfianza existente. Como 
bien indica el informe del BID, aunque los ciudadanos 
son quienes eligen a sus representantes, el sistema 
político-institucional existente crea un incentivo  
perverso enfocado en logros en el corto plazo, en 
lugar de la implementación de políticas públicas 
complejas y que requieren tiempo para generar 
resultados.

Para algunos resultará ocioso el tema, pero en general, 
a simple vista, es una realidad que está generando graves 
consecuencias en varios países de la región, que resultan 
en un menor desarrollo económico y una menor inversión 
social.

La situación se convierte en un círculo vicioso, en la misma 
medida en que la desconfianza se extiende desde los actores 
institucionales hasta sus políticas y viceversa. ¿Sobrevivirá 
la democracia a la crisis de confianza? Al cómo que ya hemos 
esbozado antes, se suma esta inquietud que es filosófica 
y práctica.

Hay cambios estructurales que tendrán que esperar. 
La usanza de la política dominicana advierte que es 
mejor iniciar con pequeños avances, aunque significativos. 


En consecuencia, debemos apostar por reformas a lo 
interno de las instituciones, que al sumarse, generen 
cambios en los distintos sectores de la sociedad.

Esa tarea debe iniciar en las comunidades, como primer punto 
de aglomeración política, facilitando el ejercicio ciudadano de
 los derechos y deberes, con transparencia y un enfoque hacia 
la rendición de cuentas.


El empoderamiento colectivo de los ciudadanos es esencial. 
Los partidos políticos cargan con el mayor peso para que 
una mayoría de los ciudadanos vuelvan a sentirse 
representados por las instituciones públicas.



                                         

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